miércoles, 30 de junio de 2010

Boletín Internacional Informativo - PRO

Junio 2010
De Gaulle vuelve

            El 17 de junio de 1940 el Mariscal Pétain firmaba el armisticio con Hitler. El 18, el Gral. De Gaulle, desde Londres, convocaba a los franceses a la resistencia. Pasaron 70 años y hoy, una nueva generación de europeos tiene que aparecer, con ese mismo espíritu, para suceder a los “líderes de la bonanza”: Blair en Inglaterra, Zapatero en España, Berlusconi en Italia, Merkel en Alemania, Sarkozy en Francia. Los grandes constructores de la Unión europea se fueron hace más de 15 años: M. Tatcher en Inglaterra, F. Miterrand en Francia, H. Kohl en Alemania, F. González en España, G. Andreotti en Italia, J. Delors en Bruselas. Todos ellos fueron hijos de Charles de Gaulle y Konrad Adenauer, de Jean Monet y Friedrich Erhard. La reconstrucción, el bienestar y la integración. 1951: la comunidad del carbón y el acero; 1958: el Tratado de Roma y la Comunidad Económica Europea; 1992: el Tratado de Maastricht y la Unión Europea.
          Ahora, la crisis: mayores impuestos, aumento de la edad jubilatoria, menores indemnizaciones por despidos, restricciones presupuestarias y sociales, desocupación promedio 10% (en España  20%) y déficit del 7% (con picos del 13,6 en Grecia, 11.5 en Inglaterra y 11,3 en España).
            ¿El fin del Euro? ¿Quizás, de la UE? Pura estupidez periodística. Europa se ha reinventado a sí misma una y mil veces. Sus ruinas y sus reiteradas decadencias son los pilares de la civilización universal. Ni la independencia norteamericana en 1776 ni el nacimiento del Partido Comunista Chino – Shanghai, 1921 – hubieran sido posibles sin Locke, Montesquieu  y Marx. Ni hablar del MERCOSUR, Australia, Canadá, la India, Turquía o la nueva Rusia.
            Apostar contra Europa es negar la historia universal por que nada es más universal que Europa.
            En la reunión de Toronto del G-20 se instaló el debate: gastar más o ajustar. Si el Estado ajusta y el capital privado huye, repetimos Argentina. Si el Estado gasta más selectivamente (y no roba), los privados invierten y los bancos financian, seguimos en el desarrollo. La opción está siempre en los matices y no en las antinomias.
            América del Sur está contribuyendo a la recuperación Europea: sus empresas ganan fortunas en nuestro subcontinente. Brasil es un aliado central.
            En Argentina, los italianos de Telecom esperan sobrevivir a los KK, España sigue firme, los franceses y los alemanes quieren volver con más fuerza y los ingleses esperan compensar el agotamiento del Mar del Norte con petróleo de nuestra plataforma submarina (las Malvinas son argentinas).
            Pero… ¿puede haber un “Nuevo Gaullismo? No. Igual que no hay lugar para un “Nuevo Peronismo”. Los Generales DE Gaulle y Perón están muertos. Su lugar está en la historia. Lo que debe rescatarse es la voluntad, el patriotismo y la confianza en un “mandato superior” encarnado en el pueblo como único artífice del destino común.
           Se está agotando el cortoplacismo y la frivolidad que tanto se multiplicaron durante el último “baby boom”. Ojalá que en la Argentina, consuetudinario practicante del “historicismo tardío” no pretendamos curar la aftosa con bosta de vaca.
            Las lecciones de la historia se aprenden o se ignoran. El resultado será equivalente y proporcional a las conductas emergentes.
            Pero pensar el futuro es siempre inspirarse en el pasado. Por eso los mejores rockeros recurren a Bach o a Beethoven y los arquitectos a la arquitectura greco-romana. ¿Qué comunicador de moda puede superar el cáliz y la hostia (la sangre y cuerpo de Cristo) para representar la comunión entre el hombre y su Dios?
            En ese sentido, ni De Gaulle, ni Perón se han ido. Ni Napoleón ni San Martín. Porque sin ellos no hay nacionalidad y, aunque muchos políticos contemporáneos crean que su ambición personal es el único motor de los acontecimientos, en su mediocridad podrán protagonizar la foto de su anécdota, pero la historia se los llevará puestos para acumularlos en esa enorme pila de desechos que no se encuentra ni en el infierno, ni en el purgatorio ni en el paraíso. El problema es cuando ese montón de basura se instala en una sociedad como valores a ser imitados. O cuando, desde enfrente, sólo se espera el turno para sucederlos.


Diego R. Guelar
Secretario de Relaciones Internacionales de PRO

martes, 8 de junio de 2010

Construyamos el Partido 8 (8-6-10)

Los ejemplos colombiano y uruguayo

            A los efectos de comprender el proceso histórico de construcción partidaria en Argentina, es útil hacer referencia al sistema colombiano y al uruguayo.
            En los 3 países, se construye paulatinamente durante el siglo XX un sistema bipartidista no basado en una clara diferenciación ideológica (izquierda-derecha), sino en una confluencia centrista entre conservadores y liberales. Componentes convergentes – el nacionalismo, el clericalismo, el proteccionismo – se agregan en forma progresiva y ligada a las coyunturas internacionales y “modas ideológicas” imperantes en Europa y USA.
            La crisis del 30, el auge del fascismo, la Revolución Rusa y la creciente influencia norteamericana, son elementos presentes pero no determinantes en la conformación partidaria. Por ese motivo, no se adopta un modelo político norteamericano ni aparecen partidos comunistas o socialistas que obtengan un peso considerable en el electorado.
            Tanto el liberalismo extremo y el comunismo tienden a quedar marginados del voto popular y recurren al intento golpista, por un lado, o a la insurgencia guerrillera, por el otro.
            Colombia es el caso que obtiene una mayor estabilidad durante los últimos 40 años a través del acuerdo Conservador-Liberal vigente desde 1958 hasta el 2002, pero la exclusión de la izquierda produce el fenómeno FARC, que combinado con el narcotráfico, ha sido desde los 70’s un elemento profundamente perturbador de su proceso de desarrollo.
            La Argentina alcanza su etapa moderna de bipartidismo a partir de 1946 entre el Peronismo emergente y el Radicalismo declinante después de su “era de oro” entre 1916 y1930.
            El “pragmatismo Peronista” lo lleva, desde su primitivo nacionalismo – obrerismo – industrialismo proteccionista, a buscar alianzas con todos los otros grupos de referencia ideológica o de poder que cruzaban el firmamento.
            Así se alía con un sector radical – el intransigente y desarrollista de Frondizi en 1958, luego con el nacionalismo corporativo-conservador (Onganía en 1966)- , con la izquierda extrema (en los 70¨s), con el neo – liberalismo (en los 90’s) – volviendo, desde el aislamiento producido por el default, a una nueva alianza con los sindicatos  y un sector del empresariado.
            Pese a estos movimientos, entre 1983 y el 2001 el Peronismo gana dos elecciones – 1989 y 1995 – y el  Radicalismo otras 2 – 1983 y 1999. La U.C.R. va en las dos oportunidades aliada con la centro-izquierda progresista.
           Los uruguayos tuvieron, hasta 1973, una regular estabilidad basada en la preeminencia de los principios liberales que fueron hegemónicos frente al peso marginal de la Iglesia Católica, el ejército y el Comunismo (este último presente a través de los sindicatos).
La personalidad de José Batlle y Ordóñez (colorado) y Luis Alberto de Herrera (blanco), la instauración del “Ejecutivo Colegiado”, las nacionalizaciones de los servicios públicos y un sólido acuerdo entre la burguesía rural y la urbana, le permitieron al Uruguay ser considerada “la Suiza de América”.
            En Colombia no hubo Congreso entre 1949 y 1958 por decisión de sus dictadores Mariano Ospina Pérez, Laureano Gómez y Gustavo Rojas Pinilla.
            Los partidos “históricos” – conservador y liberal – recuperan el poder en 1958 y acuerdan el “Frente Nacional” que les garantizaría la alternancia hasta el 2002.
            Este sistema, aristocrático y pactista, se basó en acuerdos entre la oligarquía cafetera (más la del plátano, las flores y otros) con la burguesía industrial bogotana.
           La Revolución Cubana en los 60’s y la crisis petrolera en los 70’s tuvo un fuerte impacto en los tres países.
            La crisis económica y la creación y/o fortalecimiento de las FARC (Colombia), Tupamaros (Uruguay) y ERP – Montoneros (Argentina), facilitaron la consolidación de una sólida alianza entre Washington y los sectores más reaccionarios de la civilidad y las Fuerzas Armadas. Imperaban  las reglas de la “Seguridad Nacional” norteamericana en un momento decisivo de la Guerra Fría.
            En Uruguay se crea el Frente Amplio – en 1964 -  liderado por el Gral. Líber Seregni con el “apoyo crítico” de los Tupamaros (en 1971 obtiene el 13% de los votos).
           Las FARC consolidan su alianza con los narcos y juntos pasan a controlar el 40% del territorio colombiano.
            Montoneros alcanza el gobierno en 5 provincias en 1973 y tiene una sólida influencia sobre el gobierno del Dr. Héctor Cámpora.
            Pese a los golpes de Estado en Uruguay y Argentina, el “bipartidismo” se conserva “in pectore” y reaparece en Argentina en 1983 y en Uruguay en 1987.
            Sin embargo, entre 1989 y el 2002, el sistema bipartidista estallaría en los 3 países.
            En Uruguay, el Frente Amplio ganó la Intendencia de Montevideo en 1989 con Tabaré Vázquez como candidato. Él mismo ganaría la Presidencia de la República en el 2005.
            Así, el sistema político uruguayo evolucionaría hacia un centro – izquierda frentista en el gobierno con los partidos Blanco y Colorado en la oposición de centro derecha.
           La ratificación de este esquema ocurrió en noviembre del 2009 con la elección de José Mujica (co-fundador de Tupamaros).
            En Colombia, Álvaro Uribe (ex gobernador del Estado de Antioquía, hijo de otro gobernador asesinado por las FARC), de origen liberal, se presenta como candidato independiente en el 2002 basando su campaña en la lucha frontal contra las FARC después de la fallida política negociadora del Presidente Conservador Andrés Pastrana.
Gana y gobierna sin partido propio durante el primer mandato pero con amplio apoyo de la mayoría de las bases conservadoras  y una minoría liberal.
            Para su reelección en el 2006 se organiza el Partido de la Unidad l (o Partido de la U) que comienza tímidamente a organizarse.
            El Ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, lidera el Partido y es electo como su candidato presidencial para el 2010.
            El Ex Alcalde de Bogotá, Antanas Mockus, que en el 2006 había obtenido 1% de los votos, organiza el Partido Verde.
            En la primera vuelta electoral los viejos partidos Conservador y Liberal obtuvieron en conjunto sólo el 10% de los votos mientras el Partido de la U obtuvo el 47% y el Verde el 21,4%. Buena parte de la base electoral conservadora y liberal  se ha reciclado en el nuevo Partido de la U y hoy le tocará al Partido Verde aglutinar a la dispersa base de centro – izquierda.
            Un nuevo bipartidismo va aflorando en Colombia y Uruguay.
            En Argentina, la crisis del default en el 2001-2002 trajo aparejado la división del justicialismo y el radicalismo en tres pedazos cada uno: Menem, R. Saa y Kirchner (PJ) y Moreau, López Murphy y Carrió (UCR). Unos sacaron 60% y los otros 31%.
            Después de verticalizar al PJ durante su primer mandato, en el segundo se fracciona el PJ y comienza a reunificarse la UCR encabezadas por Julio Cobos y Ricardo Alfonsín. A la fecha, un tercio del electorado sigue controlado por Kirchner, otro por la UCR y sus aliados y el último de los independientes y los Peronistas disidentes con Mauricio Macri, Francisco de Narváez y Eduardo Duhalde como sus máximos referentes.
            Las sub culturas Radical y Peronista han sobrevivido a los viejos partidos y hoy buscan nuevas formas de representación.
            El viejo bipartidismo deberá encontrar canales de renovación. El sistema electoral permitirá la organización de 4 o 5 candidaturas en primera vuelta, pero en segunda se verificará la recomposición electoral detrás de los que obtengan parciales superiores al 25%.
            El PRO deberá tener un rol destacado en la conformación del frente que permita alcanzar la segunda vuelta y calar fuerte en un porcentaje importante de la opinión independiente, hoy francamente mayoritaria.
           Pese a que existe la fuerte tendencia a negar el “voto ideológico”, queda claro que un pedazo del voto independiente (el llamado progresista o de centro izquierda) optará por las propuestas donde participe Pino Solanas, Hermes Binner, Ricardo Alfonsín o Lilita Carrió).
          Una buena parte del voto de centro-derecha (de raíces en la sub-cultura radical) se sumará a la fórmula radical.
            Otra parte de centro derecha (de raíces en la subcultura Peronista) se alineará con el Peronismo disidente. El “voto nuevo” – un 25% del total -, menos ideológico y más expectante en un cambio, responde a Unión – PRO (los hoy distanciados De Narváez y Macri).
            La unidad de este espacio es fundamental para que el Peronismo y el Radicalismo no se sucedan a ellos mismos.
            Igual que Colombia y Uruguay, no hay posibilidad de renovación sin derrota de Conservadores y Liberales  (Colombia) o Blancos y colorados (Uruguay).
            En la Argentina, reiterar el ciclo Peronista – Radical o el Radical – Peronista es una nueva vuelta al pasado.
            Esto no descalifica a los peronistas ni a los radicales, pero cuestiona el sistema político que ambos representan y la necesidad de producir un profundo replanteo que debe encontrar su “idea – fuerza” motivadora y movilizadora como ya ocurriera en el pasado (más allá de su validez):
            “Braden o Perón” – liberación o dependencia – en 1946, el desarrollismo frondisista en 1958, “la República recuperada” de Alfonsín en 1983, la “revolución productiva”  - privatizaciones y desregulación – de Menem – la “estabilidad sin corrupción” de De la Rua en 1999, y el “Todos contra Menem” en el 2003.
            Esta vez, con el aditamento que no sea una quiebre del sistema  la que desplace a Peronistas y Radicales sino una nueva propuesta política que puede (y debe) tener a militantes de ambos orígenes en sus filas.
             El cambio es posible.

Diego R. Guelar